Wednesday, August 03, 2005


La moderna tradición de Alborada
Mientras espero la llegada de Sixto Ayvar, frente a la catedral de Colonia, me entretengo mirando la multitud de rostros diferentes y lenguas tan raras que pueblan la plaza. Primero aparece Víctor Valle, me saluda y me confirma que Sixto está ya en camino, junto con Lennin De La Torre. Me sorprende la puntualidad exagerada, incluso un día antes me llamaron para recordarme la cita que teníamos. Cosa rara entre latinoamericanos, y mucho más entre artistas conocidos por su inmensa informalidad. A las seis de la tarde, exactamente, aparecen y nos acercamos al bar más cercano con vista a la catedral de Colonia.

Y claro, pienso, no podía ser de otra manera, como dice el refrán popular: de tal palo tal astilla. Sixto “Sixtucha” Ayvar, fundador del grupo Alborada, proviene de una familia musical. A la manera del legendario grupo, guardando las diferencias, de la familia Rodríguez, o algo más cercano al público alemán, a la de la Kelly Familie. En casa de los Ayvar todos cantan o tocan un instrumento. El padre, canta-autor bohemio, es secundado por la serena y alegre voz de su esposa. A los hijos se les intentó prohibir esta opción artística, pero más pudo la vocación y el exceso de musicalidad hogareña. “Sixtucha” empezó cantando en la escuela, después vendría el aprendizaje de la guitarra. Con su maestro Fredy Ortiz, “quien se loqueaba con el rock”, afianzó su destreza en el manejo de este instrumento. Pero sus inicios en el folklore, cuyas notas y ritmos los bebió desde cuna, lo llevó a orientarse también por la interpretación de la zampoña y la quena. En 1984 funda el grupo Alborada en Ocobamba, pueblo donde nació y vivió sus primeros años. Su inquietud por conocer otros lugares y llevar la música de su región a otras latitudes, emigra a Lima en donde integraría diversas bandas de música andina y popular. En la capital peruana alternaría con los hoy famosos guitarristas Manuelcha Prada y Julio Humala, quienes lo apoyaron y alentaron en todo momento. Convencido de su vocación abandonó los estudios y se dedicó intensamente a la música. “De esta manera, dice Sixtucha, la música se convirtió en parte de mi vida y sólo tocando me siento feliz”. Hasta sus padres tratan ahora de apoyarlo en todo lo que se puede. Además todos los hermanos están en el mundo del canto y la música.

En 1990 llega a Alemania. Desde Düsseldorf se convirtió en intenso viajero, visitó las principales ciudades alemanas hasta que decidió quedarse en Colonia. Sus primeras grabaciones en 1991 y 1996 las hizo con el concurso de Manuelcha Prada y Julio Humala. De ellos también heredó la empresa de rescatar la música tradicional andina y renovarla, perennizarla en las generaciones venideras. “No tenemos nada contra los tradicionalistas, pero debemos considerar que todo cambia, los mismos instrumentos han evolucionado, sólo renovándose no va a morir la tradición”. Mientras tanto son ya 15 CDs grabados. Cada uno tiene un motivo especial y fieles a su compromiso de renovación, de modernización, de actualización de la música autóctona o popular, han musicalizado villancicos navideños, boleros, cumbias, “chicha”, esa especie de cumbia andina, música chanca, rock, reggae y meditación andina. Es que los artistas una vez llegados a las grandes urbes se empapan de nuevos sonidos y lenguajes, de una sensibilidad artística transformadora. El artista reacciona frente al medio, un medio cosmopolita, universalista. En Alemania es otro el bullicio de sus calles, de sus fiestas, hay otros rostros, otras sonrisas y miradas, confluyen otras nacionalidades con sus gustos, sus modas y sus estilos, entonces el músico no hace más que desplegar su sensibilidad mediante los instrumentos más exóticos sin interesarle la condición ni la procedencia. A eso responden los CDs Tropical, Encuentros, Dedicado, Meditación inca, Transfusión.

La llegada al grupo del argentino Víctor “Toto” Valle y del ecuatoriano Lennin “Allin Qampy” De La Torre le imprimen otra dinámica, nuevos aires, se inicia una nueva fase. La historia de estos dos músicos es similar a la de “Sixtucha”. La madre de “Toto” lo reprendía severamente por pasarse “todo el santo día labrando cañas”. Fue su abuelo quien lo inició en la construcción y en el aprendizaje de la quena. A los 13 años empezó a trabajar en la música y abandonó el conservatorio de música después de dos años de aburrimiento. “No era para mí eso, no me satisfacía ni servía a mis intereses… yo quería tocar”, cuenta “Toto”. Integró diversos grupos de música folklórica y en 1990 con “Los Tillareños” graba su primer disco. Luego hizo también un album de cumbia-folklórica. Con su esposa llegan a Osnabrück y desde hace cinco años vive en Colonia.

Lennin “Allin Qampy” en cambio logra primero graduarse de arquitecto en Quito, aunque desde los once años tocaba ya quena, zampoñas y guitarra en forma autodidacta. Más tarde toca en los grupos “Tical” y “Llanuras”. Cuando en 1992 emprende viaje hacia Europa ya sabe que no ejercerá su profesión de arquitecto. Primero se pasa un buen tiempo viajando por diversos países, pero con estadía oficial en Italia, hasta que en 1994 viene definitivamente a Colonia. Su encuentro con “Sixtucha” y “Toto” fue el detonante para esta decisión.

Ahora los tres son los culpables del nuevo sonido de Alborada, los tres son responsables de que la música y la cultura Chanca viva, camine y se difunda envuelta con una nueva vitalidad, globalizadora, acorde de estos tiempos velozmente cambiantes. A los nuevos sonidos y ritmos que traen “Toto” y “Allin Qampy” de sus comunidades respectivas se suman las experiencias que ganaron al visitar culturas indígenas de Canadá y USA. En sus últimos discos como Caminos al sol o Instrumental podemos ya cerciorarnos de los vertiginosos cambios que ha experimentado el grupo Alborada. Más claridad, nitidez y seguridad en sus interpretaciones. Lo más grato es saber el éxito con que ha sido recibido en Perú, teniendo en cuenta que es un grupo “foráneo”, de quien sólo recibían noticias de su existencia los amigos ligados al quehacer musical. A pesar de haber participado junto a los internacionalmente famosos grupos bolivianos Savia Andina y Los Kjarkas, recién les llega el espaldarazo del público peruano al presentarse en el festival de música que se realizó en el Parque de la Exposición en marzo del 2004. En esta fiesta musical y a los 22 años de su fundación Alborada logró reunir 22 músicos, entre ellos a su nueva adquisición: Wilber “Cebollita” Ayvar. Esto a servido también para ser invitados a tocar en noviembre del 2005 en el festival de homenaje por el 35. Aniversario de la Familia Rodríguez.
Alborada ya no es sólo el grupo musical de música folklórica a ultranza, ahora es una propuesta artística que incluye música, danza y perfomances visuales, por lo que cada presentación es un acontecimiento novedoso. Su último CD y DVD Alborada… live con la participación de músicos procedentes de vertientes disímiles confirman que las fusiones son posibles y saludables, y además una seria advertencia de que sólo se mantendrá la tradición renovando las raíces ancestrales. Es admirable el acoplamiento de las guitarras del ayacuchano Ronald Contreras, Oscar Cavero, guitarrista de Armando Manzanero, y Felipe Humareda, bajista de Eva Ayllón. Así mismo César Lezcano, baterista de Gianmarco, y los percusionistas Kike Herrera, Leonardo Parodi y Hugo Bravo, este último ganador de un Grammy junto a Susana Baca, muestran su capacidad de diálogo con lo andino. Hay ternura en las voces de los coros a cargo de Yuli Humareda, Claudia García y del profesor de canto Julio Zavala. La nota clásica y moderna la colocan César Pacheco en el cello y la concertista de la Sinfónica Nacional del Perú Maria Elena Pacheco en el violín. Y todo bajo la batuta y los arreglos de Iván Raffo Lazarte.

Finalmente antes de despedirme de estos inquietos y avisores músicos, me dice “Sixtucha”, casi rayando en la más profunda humildad: “Nos llena de orgullo que después de una de nuestras actuaciones el director del colegio von Humboldt nos invite a impartir unos talleres en sus aulas. Es lindo escuchar a un grupo de ‘gringuitos’ interpretando dos canciones en quechua. Entonces sabemos que nuestra propuesta de rescatar la cultura de los Chancas y el idioma de nuestros orígenes, el quechua, no es en vano”. Sus dos compañeros “Toto” y “Allin Qampy” sonríen con cierta timidez y sus miradas se pierden entre la gente que pasa por la calle frente a la catedral de Colonia. Me voy pensando que Alborada es música y cultura irreverente, fiesta, tradición y modernidad. Será pues que la diversidad, la multiculturalidad es fecunda en este mundo que tiende a la uniformidad.


Para un recuadro, en esta misma sección:

Los eternos cantos de Luis Ayvar

En el nuevo CD de Luis Ayvar Wiñaytakynchiq II hay, como en su primera entrega musical, un privilegio del idioma de sus ancestros: el quechua, así mismo rescata temas tradicionales compuestas por sus padres, que incluso esta vez contribuyen con sus voces. Justamente algunas composiciones suyas sirven de soporte para que la voz de Luis Ayvar se luzca con mayor firmeza y nitidez al conseguir interpretaciones de delicada factura que sus propios sentimientos se identifican de maravilla con el mensaje de estos versos del acerbo popular y tradicional de los Andes del sur peruano. Esta intensidad lo convierte todo en menos epidérmico, como lo sienten quienes han escuchado las 12 canciones que integran este album, en especial El borracho, Selección de huaynos, Vargas Mayu y Waka Markay. De esta manera no importa entender los textos, son los sonidos, la instrumentación que nos invade con un fascinante colorido musical con una voz que brota con tonos románticos. Otro logro es la fusión de instrumentos ajenos aunque no extraños a la tradición mestiza que le imprimen a los huaynos ese aire de renovación. Será pues que no se vive en el pasado, sino es el pasado que se renueva en la eternidad de los nuevos cantos de la música del Perú profundo. Con la fiesta rebosante de Wiñaytakynchiq II el nuevo éxito de Luis Ayvar está ya anunciado.